“Divina
composición” fue la respuesta fría y amable pero llena de generosidad de Mª
Ángeles Jiménez al solicitarle un titular sobre el tema de debate. Esas fueron
unas palabras profundas, pero muy sopesadas y meditadas, declarando así su
académico punto de vista. Con esta exclamación y con un semblante sosegado y
sobrio me interrogaba con su mirada, esperando una salida de tono mía o quizá algún
menosprecio por tal análisis. Nunca sabré qué le transmitió mi cara, mi gesto,
pues lo escondí inmediatamente para no descubrirme, puesto que sé a ciencia
cierta que soy muy expresivo e incapaz de reprimir mis instintos más
primitivos.
“Divina
composición” fue el principio de la historia, pues estábamos en clase y
estudiando el siglo XX. Además hacía sólo unas horas que había leído ella una
reflexión mía sobre “De lo espiritual en el arte” de Kandinsky.
Con esta sentencia, y desde este punto de
vista tan reflexivo comienza un sendero curvilíneo como una espiral, una
espiral que se eleva hacia la derecha,
es decir, girando en el sentido de las agujas del reloj. Esta simboliza el sol de invierno que se
encoge. También fue usada para invocar al elemento del agua o señalizar fuentes potables
y era símbolo de buena suerte ya que representaba el equilibrio, la
armonía del sol con la tierra.
No es casualidad, que pueblos como los
celtas representaran las estrellas a modo de espirales alrededor de un
mismo núcleo (lo que para ellos era el emplazamiento del cielo), formando
una trayectoria espiral en la cual las almas ascendían hacia su vida
futura. Es curioso que este símbolo también aparezca en otras culturas
como la hindú, los aztecas, mayas, incas…representando diferentes conceptos
según la civilización.
Las espirales son formas muy comunes en el
universo, su presencia se percibe desde una trivial cinta enrollada hasta
trayectorias de objetos en gigantescos aceleradores de partículas y entornos de
agujeros negros. En el ámbito cultural es un icono mágico que trasciende, no
sólo lo concreto y conceptual sino la misma imaginación conjugando puntos
opuestos como pasado y futuro. La Homotecia es una operación geométrica, que,
aunque no tiene relación directa con la espiral, ocupa un lugar común con ella
en el arte rupestre donde aplicaciones e implicaciones de las dos se funden.
Existe una gran variedad de tejidos,
urdimbres, cestería, que recurren al enrollado en forma espiral y dan a su vez
una infinidad de productos de formas diversas, hermosas y exóticas como
sombreros, platos, mesas, jarrones, etc. Incluso en cerámica también se utiliza
el proceso de trabajo en espiral para en principio dar forma a vasijas
redondas.
Este principio también se pretende utilizar en
habitaciones en la luna, donde sólo hay arena, polvo y roca que se rellena en
empaques tubulares y luego se enroscan y finalmente se fijan con alambre.
Fue frecuentemente usada en las culturas
precolombinas, en Belén se caracteriza por sus figuras de serpientes, suris y
sapos con cuerpos reticulados o con cruz. Este periodo se produjo en los
departamentos Belén y Tinogasta en la provincia Argentina de Catamarca, a lo
largo del río Hualfín. Su desarrollo se produce entre el año 1000 y el 1450 en
los valles de Abaucán y Hualfín.
Casualmente, o puede que no tanto, tengo
una amiga en Argentina, se llama Raquel
Herbón, ella tiene formación artística y estudió cerámica, esa que sus
antepasados decoraban con motivos animales entre otros muchos, pero lo más
curioso es que las serpientes pintadas en la alfarería estaban enrolladas sobre
sí mismas, como una espiral.
Una frase, “Divina composición”, esto fue el principio de esta exposición, luego
proseguimos con las espirales como símbolo y sus significados, y finalmente
hemos hablado sobre la relación de este
elemento con las serpientes y la cerámica de
precolombina Argentina, que es la localización de mi creativa colega.
Prosigo la historia con las serpientes, esas
que pintaron sus antepasados. Los ofidios son uno de los animales que más
admiración y rechazo, a la vez, suscita. Desde la antigüedad este reptil se ha
relacionado con la capacidad de transmutar los instintos más básicos
(sexualidad, materialismo, etc.) en los más sutiles o espirituales. El hecho de
que mude de piel se podría interpretar como un nuevo nacimiento, una nueva
oportunidad para poder transformar lo negativo en una nueva forma, más
saludable (a nivel espiritual) de entender la vida.
Mi relación física con ellas se remonta a más
de veinticinco años, en aquella época estaba alejado del mundo espiritual del
arte, estaba sumido en la vorágine de lo material, mi vida pasaba por
importantes cambios económicos, pero había roto con la belleza del arte, y eso
siempre me apesadumbraba.
En uno de mis viajes de trabajo, en una
carretera secundaria me encontré una en medio de la carretera, había sido
atropellada por algún vehículo. Según me comentaron más tarde, era una culebra
de agua y poseía unas grandes dimensiones. Me quedé prendado de su belleza, que
seguía conservando aun después de muerta y llevar por fuera sus intestinos.
La rescaté de su triste destino y me la
llevé, tenía la intención de que me curtieran su piel, pues deseaba conservar
tan valioso tesoro en mi armario en forma de cinturón.
Indagué mucho hasta encontrar un lugar donde
pudieran hacerme la desagradable labor de quitarle su piel y curtirla. Así fue,
ellos me la prepararían, pero antes debía yo de despellejarla y llevarles
limpia la cáscara. Con asco, aprensión y la ayuda de un amigo rajamos su
vientre, no sin tener alguna que otra arcada, prosiguiendo a quitarle su
precioso y escamosos traje.
Años después me casé y este hermoso trozo de
cuero adorna un aparador de cristal que está suspendido sobre dos columnas Corintias,
y en el que siempre hay botellas de espirituosos.
Finalmente la epidermis de este reptil sólo
ha servido para absorber las gotas de alcohol que se han depositado durante el
paso de los años debido al desatino del barman. Casi metro y medio de animal de
formas sinuosas mirada fría y penetrante que espera ser cortado y cosido para
embellecer mi voluminosa barriga y así poder aprovechar los litros de alcohol
que nunca albergó.
Este trozo
de piel escamosa hace ya compañía a otra serpiente, a una que está
enrollada en espiral, que es uno de los símbolos más antiguos que existen en
la cultura celta, y que simboliza el concepto decrecimiento, fuerza vital,
expansión y reencarnación que se utilizó como representación del tiempo y
del movimiento de las estrellas llegándose a usar incluso en primitivos calendarios.
Esta nueva pieza de mi mobiliario, es un libro de artista finamente facturado y
al que estoy dando vida en mi relato.
Papel artesano, sobrio y muy armónico, con
una portada seccionada en espiral, para indicarnos el camino a seguir, nos
predice un mundo lleno de espiritualidad en su interior, como así se certifica
al abrirlo.
Un gran círculo en movimiento, una gran
nebulosa en rotación que nos absorbe hacia el centro. Un maravilloso remolino
de luz y color que hace converger toda la energía hacia su interior y a su vez
mantiene en equilibrio a miles de centelleantes estrellas.
Pura energía y amor en una pieza
confeccionada por unas maravillosas manos artesanas y limpias, por una persona
dotada de una gran sensibilidad y calidad humana.
Agradezco la inestimable ayuda de la
historiadora y escritora Mª Ángeles Jiménez de Albornoz Carrillo, por la
capacidad de abstracción y composición que me ha transmitido y por su
participación activa en el proyecto.
Juan A. Sánchez Hernández Diciembre 2012